Cita frustrada

Héctor Moreno en la firma de autógrafos


Llevaba ceñida al cuerpo la camiseta de su equipo favorito. En el lugar del corazón lucía el escudo rojinegro. Matilde abandonó sus clases matutinas para llegar temprano a Perisur y esperar a su ídolo desde hace un par de años: Andrés Guardado.

Un día anterior se enteró de la firma de autógrafos que Héctor Moreno y el futbolista del Deportivo la Coruña darían en el conocido centro comercial. Lo planeó todo, desde la hora de fugarse de la escuela, hasta la playera que elegiría entre las veinte que figuraban en su guardarropa a pesar del desapruebo de su madre. Estaba todo listo.

Aún recordaba la noche en que vio por televisión a Andrés Guardado debutar con Atlas. El estadio Jalisco lo cobijó. Era 20 de agosto de 2005 y el equipo enfrentaba a Pachuca. Guardado jugó pocos minutos, pero Matilde supo que había nacido una estrella. Casi un año después, el 19 de agosto, el zurdo rojinegro le anotaba dos goles a América. Un partido de ensueño para él y para la afición. Matilde lo admiraba profundamente.

Cuando llegó al lugar de la cita, la fila era incipiente y se sintió aliviada. El plan marchaba como imaginó. El tiempo pasó lento. La gente preguntaba qué pasaba. “Va a venir Héctor Moreno”, decían. Matilde quería decir que también Andrés Guardado, pero se quedaba con las ganas y permanecía muda. Era la única rojinegra que figuraba. No le importaba. Siguió esperando.

Uno de los centros comerciales más célebres del sur de la ciudad


De pronto, corrió un rumor. Héctor Moreno iba sólo. Se quedó en shock. Dos señoras que estaban tras ella se quejaron. “Y nosotras que compramos la playera para que la firmara Guardado, vámonos”, había dicho una y se fueron del lugar. Matilde entristeció, pero decidió esperar.

Lo vio. Salió de la tienda deportiva que patrocinaba el evento y se quedó inmóvil. Era Héctor Moreno, vestido de azul turquesa que sonreía a los presentes. Sólo él. Quiso irse también, como sus antecesoras, pero no pudo. Esperó su turno y con la playera rojinegra saludó al ex jugador de Pumas, quien firmó el poster que regalaba la misma tienda patrocinadora.

Matilde se tragó la desilusión y el cuchicheo de su alrededor. Salió de la plaza comercial con un dejo de frustración. Tenía una herida o un rasguño en su alma. Lo pensó mejor y aunque le dolió la ausencia del ídolo, sabía que su grandeza seguía intacta. Esa grandeza que destellaba desde que desbordaba por la banda izquierda de los zorros del Atlas.


FOTOGRAFÍAS: Adrianelly Hernández Vega.

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